13 de mayo de 2009

“Que se vaya, que se vaya”; “Que se quede, que se quede”.

13 de mayo de 2009
Así, con cantos, dialogaban Nicolás y Agustín entorno a uno de los temas que abordamos en la emisión del jueves 7 de mayo. Nos metimos con una información que pone a los jóvenes y a la casa en el centro de la escena. Irse para asumir brutalmente la adultez o quedarse un rato más a rascar la órbita “mamística” fue el tema a tratar.

La información, y la realidad también, muestran que en gran parte la explicación a que se alargue la estadía en casa tiene que ver con las dificultades que existen para encontrar trabajo y, sobre todo, para conseguir buenos salarios, cuando las viviendas y alquileres son tan caros. La audiencia hizo hincapié en los límites, como si nos remontáramos a la emisión pasada. Para algunos la pregunta era cómo hacer para levantarse temprano cuando no está el grito de algún papá o mamá porque llegamos tarde. Para otros más extremos, el problema era controlar la ansiedad natural por tomar cerveza en la mañana sin que nadie lo prohibiera. Jodido.

Obviamente aprovechamos a la voz de la experiencia para que opinara a propósito del tópico. Dura e implacable con su época, la abuela dijo que los jóvenes a veces prefieren la comodidad de la casa de mamá al áspero sentimiento de la independencia. “Para mi gusto se quedan demasiado. Aunque estudien o trabajen, ya es momento de volar”. Pero dejó en claro que la idea no es irse para arrancar la joda eh, sino irse, casarse y punto.

Siempre analítica Lidia desmenuzó la problemática para hombres y mujeres. “A las mujeres jóvenes yo las escucho y dicen que no hay hombres. Los ven infantiles, cómodos…”. En fin, la abuela los retó a volar del nido, aunque no consideró las problemáticas laborales que son reales, y bastante incómodas por cierto. Además, desempolvó una vieja frase que hoy quedó sepultada bajo la lista de casamiento en las casas de electrodomésticos: “contigo pan y cebolla”. El dicho hace alusión a que antes, el amor no pedía recursos económicos: “ahora las mujeres quieren (SEXO!) la casa, el microondas, el lavarropas, la plancha… En mi época era pan y cebolla, y no pedíamos nada, arrancábamos con lo que teníamos”. Así debe ser, ¿acaso uno no se acuerda más de un revolcón con la manta que estaba en el baúl que sobre un acolchado de terciopelo de Koala?

Moya desde el Marfici.com

Desde un bunker nuclear o la sala de un festival de cine independiente se comunicó Moya. No supimos bien, se c_rt_ba _n p_co. Presentamos a quien podrá ser un asesor en materia cinematográfica. En esta salida aprovechó su estadía en Mar del Plata, en el Festival de Cine Independiente Marfici, y nos habló de las películas de bajo presupuesto que intentan mostrar la parte menos divertida de la vida. Lo comprometimos a otra salida, veremos… ah cierto que es radio.

Pame y algunas explicaciones sobre su particular conducta

Se acuesta tarde esta niña que no repara en reprimendas y da rienda suelta a la sinceridad. Lo cierto es que se largó a hablar de la relación entre sus trasnochadas y las ya conocidas andanzas de su tío Topo. “No puedo dormir. Putita escuchaba yo. Bailá putita, decía”. ¿El topo decía eso? “No, al tío Topo nunca lo escucho. Eso se lo dice a él el tío Trapo” disparó Pame, alimentando así una biografía cada vez menos autorizada de Topo.

Nuestra inocente oyente también fue un entrevistado sobre el tema de la vivienda. Ella obviamente se queda en su casa un tiempo más; sólo tiene 8 añitos. Pero pidió que su tío dejara de estar en su hogar o, al menos, que mudara de lugar sus fiestitas. “Llorá trapito”.

Presa en su propia casa: Pame tapa los ojos de su muñeca
cuando tío Trapo se levanta a lavarse los dientes.

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